Cómo entender el concepto de ciberguerra
La ciberguerra, o más informalmente, la guerra cibernética, consiste básicamente en que naciones o grupos intenten manipular la información digital de otros. No se trata solo de hackear por diversión, sino más bien de la versión digital de las tácticas de campo de batalla: atacar infraestructuras críticas, robar secretos, difundir propaganda o sembrar el caos. Si alguna vez te has preguntado por qué los gobiernos están tan obsesionados con las herramientas de hackeo y el espionaje, esto forma parte de todo ese panorama.
Es un poco extraño, pero prácticamente todos los grandes actores hoy en día —EE. UU., Reino Unido, Rusia, China, Irán, Israel, Corea del Norte— están involucrados en algún nivel. Utilizan operaciones cibernéticas para reforzar su poder geopolítico, defender sus intereses o, a veces, simplemente para presumir. Los ataques pueden variar mucho según los objetivos: algunos buscan difundir desinformación o robar secretos comerciales, otros intentan inutilizar la red eléctrica o los sistemas financieros de un país. El hackeo suele ser sigiloso; no se trata del típico «ataque escandaloso», sino más bien de infiltrarse por la puerta trasera, explotando vulnerabilidades que el objetivo podría desconocer. Y muchas veces, estas operaciones permanecen ocultas hasta que todo termina, lo que hace que entender quién está detrás de qué tipo de desastre sea un juego de adivinanzas.
Los actores de la amenaza
Para llevar a cabo una ciberguerra, se necesita el tipo adecuado de personal interno: expertos en ciberseguridad, hackers, a veces incluso unidades de hackers patrocinadas por países. Estos tipos saben cómo encontrar y explotar las debilidades del software o las redes, como espías o saboteadores digitales. Lo curioso es que ambos bandos trabajan sin descanso para mantenerse a la vanguardia. Si bien los grandes gobiernos cuentan con unidades oficiales, también existen grupos cibercriminales sospechosos o hackers con motivaciones ideológicas que hacen lo suyo, a menudo con poca supervisión. Por ello, gran parte de la información sobre estas operaciones se mantiene clasificada o en secreto. Por lo tanto, la seguridad de los sistemas civiles es, en algunos casos, una consideración secundaria, ya que, por supuesto, las agencias de ciberseguridad mantienen en secreto muchos exploits hasta que son necesarios o hasta que alguien los filtra.
Si un grupo de hackers encuentra un exploit eficaz y fiable, lo más probable es que no se lo entregue a la organización afectada. Esto aplica tanto a civiles como a militares. A veces, un gobierno solo corrige una falla de seguridad cuando otro atacante ya la conoce. En algunos casos, las vulnerabilidades solo se corrigen tras ser descubiertas por empresas de seguridad o investigadores interesados; por lo tanto, la aplicación de parches es un juego de ponerse al día.
Motivaciones
La mayoría de los países con escuadrones cibernéticos serios (pensemos en EE. UU., Reino Unido, Rusia, China, Irán, Israel, Corea del Norte) lo hacen por diferentes motivos. Algunos intentan recopilar información, otros incapacitar a sus oponentes o incluso lucrarse (como Corea del Norte con el ransomware).Cada nación suele usar el ciberespacio para impulsar sus propios intereses, ya sean políticos, militares o económicos. Por ejemplo, Israel e Irán suelen competir en operaciones cibernéticas, a menudo atacando las redes del otro. China ha sido un gran defensor del espionaje y los ataques a la cadena de suministro, especialmente dirigidos a empresas tecnológicas.¿Rusia? Bueno, a menudo se dedican a la desinformación y a manipular las narrativas, y también realizan mucho espionaje. EE. UU.y el Reino Unido cuentan con un conjunto de herramientas más amplio, que combina campañas dirigidas con la recopilación masiva de datos.
No todos los actores de amenazas son superpotencias patrocinadas por un estado. Algunos son hackers independientes o grupos criminales, y sus motivos pueden ser el dinero, la ideología o simplemente el caos. Suelen ser menos sofisticados, pero aun así pueden complicar la vida, especialmente si se encuentran detrás de un exploit de día cero que nadie más conoce.
Técnicas
Los métodos que utilizan estos grupos son tan variados como sus objetivos. Por lo general, los ataques se dirigen a puntos débiles: fallos de software, sistemas sin parches o vulnerabilidades de hardware. Algunos operan implantando código malicioso discretamente, esperando el momento oportuno para atacar. Las campañas de espionaje buscan acceder a información confidencial, ya sea pirateando objetivos de alto valor o interceptando comunicaciones. Los ataques financieros, como el ransomware, tienen como objetivo directo obtener beneficios económicos. La desinformación implica difundir noticias falsas o propaganda, a veces de forma abierta, otras veces mediante sutiles campañas de influencia.
La mayor parte de la ciberguerra se mantiene bastante sigilosa, ya que lanzar un DDoS potente o un ataque destructivo podría simplemente alertar a todos. En cambio, los atacantes prefieren explotar vulnerabilidades ocultas que les permiten infiltrarse sin ser detectados. Los ataques a la cadena de suministro son especialmente sigilosos: inyectan vulnerabilidades en proveedores de confianza o actualizaciones de software para infectar a muchos objetivos a la vez. Es como plantar una semilla que puede convertirse en un gran problema más adelante.
Y sí, la mayoría de los puntos de acceso aún presentan vulnerabilidades conocidas que aún no se han parcheado. Las infraestructuras críticas, como las redes eléctricas, los sistemas de agua o los hospitales, suelen ser menos seguras de lo que nos gustaría pensar. En esencia, el verdadero truco no consiste solo en lanzar ataques de fuerza bruta, sino en explotar esos puntos débiles específicos que la víctima ni siquiera sabía que tenía.
Conclusión
En definitiva, la ciberguerra es como un juego incesante del gato y el ratón digital, donde el objetivo es ir un paso por delante del oponente. Se trata menos de grandes fuegos artificiales y más de infiltrarse sigilosamente y causar daños o robos sin que nadie se dé cuenta. Dado que cada ataque depende de encontrar una vulnerabilidad o un agujero desconocido, es una carrera armamentística sin fin, donde la victoria a menudo depende del sigilo y la rapidez.
Otro aspecto a tener en cuenta es que la culpa no siempre es inequívoca. Que un ataque provenga de una IP asociada a un país determinado no significa que esté oficialmente autorizado. Los hackers, los proxies y los dispositivos comprometidos dificultan la atribución, y eso es parte de lo que hace que la ciberguerra sea tan compleja y peligrosa.