Cómo comprender la memoria local de forma eficaz
El acceso a datos en las CPU es un tanto extraño, pero crucial. Las CPU funcionan a velocidades increíbles, procesando muchísimas instrucciones en cada ciclo de reloj, por lo que necesitan un acceso rápido a los datos. La mayoría de esos datos residen en medios de almacenamiento (discos duros o SSD) y, sí, son lentos en comparación con la CPU. Especialmente los discos duros, que son pésimos para las lecturas aleatorias, aunque los SSD han mejorado enormemente en este aspecto. Aun así, el almacenamiento simplemente no puede mantener la velocidad necesaria para muchas operaciones.
Aquí es donde entra en juego la RAM del sistema. Está diseñada para almacenar todos los datos que la CPU pueda necesitar para cualquier proceso en curso. La latencia de la RAM es mucho menor que la del almacenamiento, por lo que, en teoría, es bastante rápida. Pero incluso la RAM más rápida, con altas velocidades de lectura aleatoria, no puede igualar las pequeñas latencias de la CPU (hablamos de unos 400 ciclos de reloj), una diferencia considerable. Un buen hardware ayuda, pero, en cualquier caso, la RAM sigue siendo un cuello de botella en comparación con la velocidad real de la CPU.
Almacenamiento en caché para reducir la latencia
Para solucionar este problema, las CPU modernas incorporan niveles de memoria caché: L1, L2 y L3. Considérenlos como pequeños y rápidos dispositivos de almacenamiento ubicados cerca de los núcleos. L1 es increíblemente rápida, con un acceso que suele tardar unos 5 ciclos de reloj, pero es diminuta, de unos pocos KB. L2 es más grande, pero un poco más lenta, con unos 20 ciclos. L3 es enorme en comparación con L1 y L2, pero tarda más, unos 200 ciclos. La idea es que, con las cachés, la CPU pueda obtener datos más rápido que desde la RAM, reduciendo así la ralentización.
Ahora bien, aquí viene lo curioso: en la mayoría de las configuraciones, L1 es tan pequeño que es rapidísimo porque no tiene que buscar muy lejos. L2 y L3 se hacen más grandes, pero también están más lejos del núcleo, por lo que tardan más en acceder. Equilibrar sus tamaños y velocidad es clave para evitar que la CPU se ahogue. Cuando la CPU busca en la caché y encuentra lo que necesita (un «acierto»), suele ser rapidísimo. Si no, tiene que buscar en otro lugar, lo que ralentiza el proceso.
Un aspecto a tener en cuenta es cuánto se comparte cada caché. Algunas cachés son locales, lo que significa que solo un núcleo puede acceder a ellas. Otras se comparten entre varios núcleos, como la caché L3. Compartir cachés tiene sentido para cachés más grandes y lentas, como la L3, porque necesitan servir a varios núcleos de forma eficiente. Sin embargo, por otro lado, hacer cachés demasiado amplias puede ralentizar el acceso, lo cual contradice el objetivo. En algunas CPU, compartir caché puede causar ralentizaciones si demasiados núcleos la utilizan a la vez, algo similar a los atascos de tráfico en un pueblo pequeño.
Compartir es lento
Una caché dedicada a un solo núcleo se denomina memoria local. Básicamente, se trata de una caché pequeña y ultrarrápida que se encuentra junto a ese núcleo (como L1).Limitar el acceso de esta manera significa evitar la espera de otros núcleos, lo que resulta óptimo para la velocidad. Al ser pequeña, las búsquedas son rápidas, lo que la convierte en una buena opción para los datos que el núcleo necesita con mayor frecuencia. Pero, claro, con un espacio limitado, no puede albergarlo todo.
Las cachés compartidas, como L2 y L3, son accesibles por múltiples núcleos. Estas deben ser más grandes porque manejan más datos, y su proximidad física a los núcleos marca la diferencia. Por ejemplo, las cachés L3 suelen compartirse entre todos los núcleos de una CPU porque necesitan dar servicio a múltiples unidades de procesamiento sin convertirse en un cuello de botella. Se trata de equilibrar tamaño y velocidad, y, sinceramente, de eso se trata básicamente el diseño moderno de CPU: equilibrar todos estos niveles para que todo funcione a la perfección.
Este concepto no se aplica solo a las CPU; piense en los núcleos de la GPU. Normalmente no tienen memoria local por núcleo, sino que comparten un amplio conjunto de memoria a un nivel superior. Resulta curioso, pero dado que los núcleos de la GPU son tan numerosos, tienden a compartir capas de caché de nivel inferior. Es un diseño diferente, pero sigue la misma idea básica: la memoria compartida puede ser más lenta, pero es más flexible para el procesamiento paralelo masivo.
A nivel de RAM
Al trabajar con servidores o clústeres multiCPU, la situación se complica aún más. Cada CPU puede tener su propio conjunto de RAM, o a veces compartirlo. Si cada CPU solo accede a su propia RAM, se trata de memoria local, lo que agiliza el trabajo del procesador, pero reduce la flexibilidad general. Cuando varias CPU comparten RAM, la situación cambia: se requiere mayor coordinación y, en ocasiones, se producen retrasos. Por eso, algunos servidores de gama alta tienen jerarquías de memoria complejas, con diferentes conjuntos de memoria para cada CPU o conjuntos compartidos que abarcan todo.
A nivel de software
En términos de software, los programas asignan memoria para sus procesos. A veces, varios procesos o subprocesos comparten memoria intencionalmente (como en el caso de aplicaciones multiproceso que comparten datos en el mismo espacio).Otras veces, cada proceso utiliza su propia memoria privada (lo habitual).Cuando un proceso solo utiliza su propia memoria, se trata prácticamente de memoria local en términos de software. Por eso, la memoria local suele ser más segura y rápida: está dedicada y aislada.
Conclusión
En general, la memoria local (a la que solo puede acceder un núcleo o proceso) suele ser más rápida y segura, pero su tamaño es limitado. La memoria compartida, ya sea caché o RAM, puede gestionar más datos, pero añade complejidad y posibles ralentizaciones. Encontrar la combinación adecuada de memoria local y compartida es clave para un sistema de alto rendimiento. Estos niveles de caché, en particular, presentan un equilibrio delicado: si son demasiado pequeños, se llenan demasiado rápido; si son demasiado grandes, se ralentizan. Normalmente, las CPU modernas consiguen un buen equilibrio, pero para tareas exigentes o configuraciones personalizadas, ajustar la configuración de la caché puede marcar una diferencia notable.
En fin, manipular el uso compartido de caché o comprender dónde se encuentran los datos puede ser bastante técnico, pero al menos ahora se comprende mejor por qué existen estos niveles y cómo afectan al rendimiento. Porque, claro, el diseño de hardware debe compaginar velocidad, capacidad y coste: un rompecabezas interminable.
Resumen
- Los niveles de caché (L1, L2, L3) ayudan a las CPU a acceder a los datos más rápido, con cachés más pequeños y rápidos cerca del núcleo.
- Los cachés locales son rápidos pero pequeños; los cachés compartidos son más grandes pero pueden volverse más lentos si se usan en exceso.
- El uso compartido de caché puede provocar ralentizaciones si demasiados núcleos compiten por los mismos datos.
- En sistemas multi-CPU, el acceso a la RAM puede ser local o compartido, lo que afecta la velocidad y la complejidad.
- A nivel de software, los procesos también pueden compartir memoria, lo que mantiene las cosas flexibles pero menos protegidas.
Resumen
La idea es que los datos fluyan fluidamente a la CPU sin que se detengan. Las pequeñas cachés son una parte importante de esto, pero equilibrar el tamaño, la velocidad y la compartición es donde surge la mayor parte de la magia (y los dolores de cabeza).Quizás esto ayude a explicar algunos de los problemas que ocurren entre bastidores en el hardware moderno, o al menos a dar un poco más de contexto cuando el sistema se siente lento o responde con lentitud. Ojalá esto ayude a alguien a solucionar problemas o simplemente a comprender mejor su CPU.